Barrio adentro, corazón afuera
Imagen tomada de: http://paulagiraud.blogspot.com/ ¡Tienes que entregar tu pasaporte! le dijeron al llegar a Caracas, para evitar que alcanzara la frontera y desertara. En el mismo aeropuerto le leyeron la cartilla: “No puedes decir que eres cubano, no debes caminar por las calles con ropa de médico y es mejor evitar interactuar con los venezolanos”. Días después comprendió que la suya era una misión política, pues más que remediar las […] Leia mais
Da Redação
Publicado em 1 de setembro de 2010 às 23h04.
Última atualização em 24 de fevereiro de 2017 às 11h20.
Imagen tomada de: http://paulagiraud.blogspot.com/
¡Tienes que entregar tu pasaporte! le dijeron al llegar a Caracas, para evitar que alcanzara la frontera y desertara. En el mismo aeropuerto le leyeron la cartilla: “No puedes decir que eres cubano, no debes caminar por las calles con ropa de médico y es mejor evitar interactuar con los venezolanos”. Días después comprendió que la suya era una misión política, pues más que remediar las dolencias de algún corazón o la infección de unos pulmones, debía examinar conciencias, comprobar intenciones de voto.
En Venezuela conoció también la corrupción de algunos que dirigen el proyecto Barrio Adentro. Los “vivos” de aquí, convertidos en “malandros” allá, acaparando poder, influencias, dinero, e incluso presionando a doctoras y a enfermeras que viajan solas para que se conviertan en sus concubinas. Lo ubicaron junto a seis colegas en una apretada habitación y le advirtieron que si morían –víctimas de la violencia que hay afuera– serían dados como desertores. Pero no se deprimió. En fin de cuentas, él tiene sólo 28 años y es la primera vez que puede escapar de la protección paterna, la abulia de su barrio y las penurias del hospital donde trabaja.
Un mes después de arribar, le entregaron una cédula de identidad advirtiéndole que con ella ya puede votar en los próximos comicios. En una reunión relámpago alguien habló sobre el duro golpe que sería para Cuba la pérdida de tan importante aliado en Latinoamérica. “Ustedes son soldados de la patria” les gritaron al final y como tales “deben garantizar que la marea roja se imponga en las urnas”.
Ya pasó el tiempo en que creía que iba a salvar vidas o a aliviar el dolor. Sólo quiere volver, retornar a la protección de su familia, contarles a sus amigos la verdad, pero no puede por ahora. Antes, debe hacer la cola del colegio electoral, dejar su cuota de apoyo al PSUV, pegar en una pantalla el pulgar en señal de asentimiento. Cuenta los días hasta el último domingo de septiembre, cree que después de eso lo dejarán regresar.
Publicado em “Generación Y”
Imagen tomada de: http://paulagiraud.blogspot.com/
¡Tienes que entregar tu pasaporte! le dijeron al llegar a Caracas, para evitar que alcanzara la frontera y desertara. En el mismo aeropuerto le leyeron la cartilla: “No puedes decir que eres cubano, no debes caminar por las calles con ropa de médico y es mejor evitar interactuar con los venezolanos”. Días después comprendió que la suya era una misión política, pues más que remediar las dolencias de algún corazón o la infección de unos pulmones, debía examinar conciencias, comprobar intenciones de voto.
En Venezuela conoció también la corrupción de algunos que dirigen el proyecto Barrio Adentro. Los “vivos” de aquí, convertidos en “malandros” allá, acaparando poder, influencias, dinero, e incluso presionando a doctoras y a enfermeras que viajan solas para que se conviertan en sus concubinas. Lo ubicaron junto a seis colegas en una apretada habitación y le advirtieron que si morían –víctimas de la violencia que hay afuera– serían dados como desertores. Pero no se deprimió. En fin de cuentas, él tiene sólo 28 años y es la primera vez que puede escapar de la protección paterna, la abulia de su barrio y las penurias del hospital donde trabaja.
Un mes después de arribar, le entregaron una cédula de identidad advirtiéndole que con ella ya puede votar en los próximos comicios. En una reunión relámpago alguien habló sobre el duro golpe que sería para Cuba la pérdida de tan importante aliado en Latinoamérica. “Ustedes son soldados de la patria” les gritaron al final y como tales “deben garantizar que la marea roja se imponga en las urnas”.
Ya pasó el tiempo en que creía que iba a salvar vidas o a aliviar el dolor. Sólo quiere volver, retornar a la protección de su familia, contarles a sus amigos la verdad, pero no puede por ahora. Antes, debe hacer la cola del colegio electoral, dejar su cuota de apoyo al PSUV, pegar en una pantalla el pulgar en señal de asentimiento. Cuenta los días hasta el último domingo de septiembre, cree que después de eso lo dejarán regresar.
Publicado em “Generación Y”